lunes, 23 de octubre de 2017

La mujer rota es una obra que Simone de Beauvoir publica en 1968 y cuya vigencia y modernidad es sorprendente en España cincuenta años después. Esta obra reúne tres relatos, La edad de la discreción, Monólogo y la que da título general a la obra, La mujer rota.

El jueves, 19 de octubre de 2017 fui invitada por el club de lectura de Leganés Rosa de Luxemburgo, coordinado por Mari Carmen Ferreras para compartir las impresiones suscitadas por la lectura de la obra citada de Beauvoir ante un público de lectoras  implicado y ávido de puntos de vista contundentes.


Es curioso que, por orden cronológico en la etapa que cada mujer atraviesa debiera ser, justamente, el orden inverso , pero las tres tienen en común (mujeres y obras) unos finales desgarradores, que requieren ser continuaciones y unas narraciones en primera persona, de manera unívoca con la experiencia, vida y alarido, que describen. Así, la narradora es protagonista, testigo, narrataria y descubridora de universos inesperados dentro de una vida previamente calculada.

En La edad de la discreción, la protagonista es una mujer intelectual comunista cuya contradicción es la vida burguesa y acomodada que mantiene. Insatisfecha con la vejez de su marido, pero sin observar la suya, mantiene una actitud de férrea acritud hacia su entorno y, en concreto hacia su hijo Philippe, que se atreve a abandonar los derroteros humanistas e intelectuales de sus padres, para embarcarse en otra suerte de aventuras empresariales que provocarán la ira de su madre hasta conllevar a  su ostracismo, es decir, la negación del diálogo propiamente humanista.

 El abandono...El soltar...¡qué mal lo lleva la mujer!

 Sobre todo, porque esta protagonista, burguesa hasta la médula y comunista como lo sabe ser una francesa. lleva la posesión a lo moral y a lo cultural. Se siente abandonada por su hijo, porque lo siente de su propiedad privada (Esas contradicciones de izquierdas ...) y porque no le reconoce como suyo cuando reúne el valor suficiente para llevar otra vida que la que le ha inculcado su madre.
En otra típica contradicción femenina echará la culpa a otra mujer, su nuera Irene de la que considera traición de su hijo...y sólo abrirá los ojos cerciorándose de su decadencia, cuando su discípula le hace ver que en su última publicación se está repitiendo y no ofrece nuevas aportaciones.
La protagonista se tambalea ante la pérdida de dos maternidades que va perdiendo, dos situaciones de poder: ser el centro del mundo familiar y sobre todo la generadora existencial de su hijo y, por otro lado, admitir que ya no hace pie en esa supremacía cultural, que, como Súperestructura única da razón de su existencia a través de sus publicaciones que ya no innovan o de una Cultura que ya no es Única ni certera, que deja espacio a otras posibilidades.
El matrimonio sin pasión, la independencia de su hijo y su inseguridad intelectual harán que el mundo personal y privado de la protagonista desemboque en una soledad de descubrimiento de una nueva etapa en la que la vejez es un continuará obligatorio y cuya serenidad y humildad, es la antesala necesaria a la que no acaba de acceder. El planteamiento de la vejez en la aceptación de los comportamientos ajenos, y no en el aspecto externo, me parece originalísimo en este relato, el más externo de los tres yoes, que ofrece Beauvoir.

El Monólogo es un grito desgarrador que, formalmente, es acorde con el experimentalismo de mediados del siglo XX y que, en analogía con los hallazgos peninsulares de la época, podríamos comparar en el coloquialismo vivo  y ácido con El Jarama de Sánchez Ferlosio, salvando que los franceses pueden ser soeces ad nauseam y, por otra parte,  Cinco horas con Mario de Delibes, matizando que la  Carmen vallisoletana es una auténtica pardilla en comparación con la voz absolutamente determinista y determinada a lo Zola de la protagonista, cuya soledad se acentúa al iniciar su parlamento en los días de Navidad.
 Ella, querida por su padre, menospreciada por su madre, minusvalorada por sus parejas, traicionada por su hijo e insultada hasta el suicidio por su hija...es un mirlo blanco, sincera y recta en busca de justicia, de reivindicación y de consuelo en un grito a lo Münch sin consuelo. A pesar de estar tan harta, harta, harta y de su voluntad de orden y reparación (lo quiero, quiero, quiero...), el final es dramático y descarnado: "¿Dios mío, ¡haz que existas! (...)Me debes esa revancha. Dios mío. Exijo que me la des" Si el primer final era un atisbo dudoso hacia la última curva de un camino, esta exclamación oscila entre la dramática espiritualidad ética de la novela rusa y el descreimiento en lo divino unamoniano...Desesperante y desesperanzado.

La mujer rota, por último, adopta la forma narrativa de un Diario para (auto) describir la agonía de seis meses entre el descubrimiento de la existencia de otra mujer en la vida de ese marido de toda la vida de Monique y la separación absoluta y definitiva. Ese camino de asombro, sorpresa, cólera, dolor, dejarse morir, es un intento de razonar y comprender a través de opiniones de amistades o hasta análisis grafológicos, lo incomprensible de la vida, que es la Vida misma. Monique va tocando fondo cada vez más. hasta vislumbrar a la vuelta de Estados Unidos, que está, como Alicia en el País de las Maravillas, ante el ùltimo final: la puerta del porvenir incierto, cuyo umbral debe atreverse a cruzar...

Lo curioso de las tres mujeres, de los tres yoes es que no son ellas. Son ellas cuando giran alrededor de sus familias dependientes o toman conciencia de su ser cuando rebotan con fiereza en el frontón de su marido o compañero con golpe duro y sordo. Pero no son ellas mismas. Su privacidad no es su intimidad. Su núcleo son los otros, por eso se encuentran tan perdidas ante la traición ajena...Las tres ya más que maduras, apostaban por una perdurabilidad de lo mismo ("los matrimonios que duran"), pero no por la felicidad o el regocijo de cada día. Ese trino diario. Las tres se abandonan desmayadas a que las recoja un nuevo Tiempo en forma de Última etapa, Dios vengador o Porvenir...Ninguna ve Libertad o Posibilidad de Desarrollo personal...Sólo son conscientes de su Yo desde la queja, la crítica o la lágrima y no se dan cuenta de que desde sus libertades civiles individuales, la Historia las mejora...
Además de por el vuelo gratuito, hay que apostar por la alegría cotidiana. Se puede aprender tanto de los pájaros...


3 comentarios:

  1. Querida Laura, me encanta, como siempre das en clavo puntadas sin hilo...;)

    Te he hecho una entrada en mi blog junto con otra de Vanesa. https://lenguaylitedelcepa.blogspot.com.es/

    Un placer.

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  2. Gracias, Isabel.Eres estupenda.
    He visto tu entrada y tengo que contestarla.Me llueven tareas como hojas de otoño y voy tardía como la lluvia.
    Perdóname y un grandísimo abrazo, amiga.

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  3. ¿Qué sería "el vuelo gratuíto? ¡me intriga!

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